Mucha lluvia

El 25 de marzo se cumplirán tres años de Rastros. Ha llovido mucho desde entonces. Aún recuerdo cómo surgió esta idea. Era la época en que los blogs nacían como setas. Si no tenías un blog no eras nadie. Había blogs de fotos, de vídeos, de noticias y de lo más variopinto que uno se pudiera imaginar. Este mundo sigue creciendo pero Rastros sigue igual.
Vivimos en un mundo sobreinformado. En palabras de uno de mis buenos profesores de la universidad,

Estamos educados para juzgar al instante.

Y no le falta razón. La información a la que estamos expuestos es demencial. Cada día procesamos toneladas de información. La mayoría, contaminada por intereses políticos, económicos o sencillamente para contagiar una u otra idea. Y se pierde el rigor. Hoy cualquiera puede escribir lo que le parezca, sin tan siquiera plantearse la posibilidad de contrastarla. Y además los borregos somos nosotros por creernos todo lo que nos ponen por delante. Nos han destruido el sentido crítico. Y por si fuera poco, lo que prima es la poca rigurosidad.
Si algo he aprendido de la carrera es que todo se puede medir. Incluso la información. Recuerdo ese día. Era clase de Comunicaciones II, con el gran Gregori Vázquez.

La información es inversamente proporcional a su probabilidad. Cuanto más probable es un fenómeno, menos información aporta. Decir que en el desierto nunca llueve, no es información. Decir que el pasado lunes llovió en el desierto, tiene mucha información.

Ese día fue muy grande.
También recuerdo cómo surgió Rastros. Salía de una relación un poco tormentosa que duró siete meses. Para tomar aire fresco decidí irme una semana a Londres con una completa desconocida. Ese viaje fue muy constructivo y en el que senté muchas de mis ideas que tengo ahora. Una de ellas -más que una idea era un temor- era la de intentar guardar todo mi conocimiento. Se me apoderó de mí un enorme sentimiento lacónico. No podía concebir que llegara algún día en el que todo lo que supiera se perdiera. No porque sepa más que nadie, sepa mucho o lo que sepa es muy importante, sino porque, de algún modo, soy lo que sé. De alguna forma, quería sintetizar todas esas redes neuronales que habitan en mi ser. Y lo sigo creyendo. Si perdura lo que conozco, de alguna manera, perduraré yo también.
Y sigo manteniéndome en ello. Pero quiero remarcar el conocimiento, que no los sentimientos. Esos me los guardo para mí. Los sentimientos van y vienen. Y la pena que un día puedo sentir puede ser pletorismo en otro. Los sentimientos firman tu pasado, tu presente y, por consiguiente, tu futuro. Pero no determina tu identidad. Tus sentimientos no dicen quién eres. Sencillamente, y muy bastamente, marcan tu estado de ánimo actual. Que un día estés triste, no significa que seas una persona triste. Me repatea cuando acudes a una fiesta y no has tenido un buen día o te han dado una mala noticia. «Este tío es muy serio!». No. No es que sea serio. Es que está serio. Afortunadamente -y una enorme diferencia con los celtas- los romanos nos dejaron los dos verbos «ser» y «estar». Cuánta diferencia albergan.
Tres años han pasado. Tal vez no pase ninguno más. Tal vez pasen muchos más. No lo sé. Pero el día en el que, sin saberlo, sea impresa la última palabra, sé que en Rastros quedará un rastro de lo que un día fui, de lo que un día una persona fue.

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