El poder de la imaginación

Escuchando: Frederic Chopin – Piano Sonata No.2 Op. 35

Recientes estudios han demostrado que los enigmas de la mente se pueden estudiar a partir de tres aspectos. Como si de un puzle se tratara. Sin embargo, no basta en estudiar estas piezas por separado. Además, hay que saber cómo encajarlas. No se puede entender la genética sin el conocimiento del entorno. O sin el conocimiento de nuestro cuerpo. Hay que conocer cómo interactuan entre sí.
Muchas veces hemos visto como alguna vez que nos hemos sentido tristes o deprimidos, nuestro cuerpo ha respondido mal. Poca fuerza o hambre, por ejemplo. Nuestro comportamiento marca el funcionamiento de nuestro cuerpo. Y viceversa. Cuando tenemos una dolencia o estamos fatigados, también nos influye en nuestro humor.
Un ejemplo. Se ha detectado un gen, el 5HTT, asociado a la depresión. Pero las personas que lo padezcan no están sentenciadas para siempre. Hace falta que durante su etapa de crecimiento hayan estado sometidas a un entorno estresante para que, cuando sean adultas, desemboquen en depresión.
Así pues, los genes no determinan nada. Los genes marcan un aspecto según su entorno. El 5HTT no crea depresión. Sino que hace a la persona más vulnerable a sufrirla. Un gen sintezia moléculas para producir proteínas. No crea conductas.
Por tanto, siempre podemos cambiar nuestra forma de ser. Nuestra conducta. Porque aunque nuestros genes sean inmodificables, no son nada sin un entorno. Y según con qué entorno actuarán de una forma u otra. No tiene sentido hablar de la condición genética si no hay entorno.

Existe un protozoo llamado toxoplasma que parasita a dos organismos pluricelulares: los ratones y los gatos. Pero es en los gatos donde puede reproducirse sexualmente. Su misión es llegar al gato como sea. Así pues, usa una estrategia muy sutil. Se mezcla entre el alimento del ratón y cuando éste lo ingiere, el toxoplasma empieza a crear quistes por todo su cuerpo. En especial, en el cerebro. Esto hace que el ratón deje de provocar las hormonas que detectan la presencia felina. Cuando se les acerca un gato, en vez de salir corriendo se quedan impasibles. Y es entonces cuando el gato se los come. El toxoplasma ha logrado su objetivo: llegar al gato.
En los humanos, sin embargo, no provoca los mismos efectos con los ratones. Una persona infectada con toxoplasma no será presa de un gato ni le morderá. Los síntomas en los humanos son parecidos a la ingesta de LSD: alucinaciones, mareos, etc.
Por eso se recomienda a las embarazadas mantenerse lejos de los gatos. Aunque ellas puedan adquirirlo y notarlo simplemente como una gripe, el protozoo puede llegar al feto e introducirse en su cerebro, causando malformaciones cerebrales irreversibles. Así pues, las mujeres encintas deben comer alimentos bien cocidos y leche pasteurizada, para evitar contagiarse (y al feto) con el toxoplasma.

Cerremos los ojos y centrémonos en nuestra respiración. Exhalemos y expiremos fuertemente. Localicemos nuestros latidos y empecemos a contarlos. Ahora, imaginemos que cada vez que hay un latido, es un latido menos de vida. En una vida se producen miles de millones de latidos. Pues bien, ahora imaginemos que cada latido es uno menos de vida. Seguro que el corazón ha aumentado su ritmo cardíaco, se ha puesto un nudo en el estómago y demás símptomas. Con sólo imaginarlo nos ponemos enfermos. Qué es lo que ocurre en el cerebro para sentirse así? Lo que sucede es debastador. Lo que hace el cuerpo cuando se imaginan estas situaciones es precisamente prepararse como si fueran reales. Empieza a circular un torrente de hormonas, se acelera la respiración, y se anulan todos los proyectos de largo alcance. La lógica dice que si tienes que huir de un incendio, no es momento para hacer la digestión u ovular. Por esa razón, si se está nervioso y en alerta constantemente, la menstruación o la fabricación de esperma puede ser deficiente. Estamos machacando el cuerpo con una situación no real. Y por tanto, no necesaria.
Nosotros activamos esta respuesta de estrés. Si eso se hace crónico, la persona enferma. El cuerpo no está preparado para tanto peligro y tanta alerta. Se ha comprobado que sumirse en estas situaciones muy a menudo destruye el hipocampo en un 20%. Todos sabemos que cuando se está nervioso o estresado la memoria disminuye, no estamos tan atentos y se nos pasan por alto cosas muy sencillas. Eso se debe a la segregación de hormonas de estrés. Estas hormonas destruyen parte de las neuronas del hipocampo. Y en casos avanzados puede degenerar en una falta de aprendizaje o la enfermedad de Alzheimer. El estrés no sólo marca el comportamiento del cuerpo, sino que da explicación a porqué unos cerebros envejecen antes que otros.

Es muy corriente que si tenemos un animal, se impaciente cuando nos ve que vamos a llenarle el plato de comida. Seguramente el perro empezará a saltar y a rodearnos contento de felicidad. E incluso si nos retrasamos empiece a ladrar insistentemente. Luego, muchas veces es posible que ni se coma el plato de la comida.
Ocurre lo mismo con los humanos. La felicidad está en la sala de espera de la felicidad. Lo que se quiere decir, es que el placer está en la anticipación del placer. En esta fase de espera se segrega mucha dopamina en el cerebro. Entonces nos sentimos pletóricos porque sabemos que controlamos la situación. Todo se basa en la capacidad de anticiparse. Lo que da la verdadera felicidad es saber que se controla cuanto más, mejor.
Además, si a todo eso se le añade una dosis de incertidumbre, todavía es más pronunciado. Ese «quizás sí, puede que no» hace que se provoque más dopamina. «Me da igual si no, hoy estoy contento.» Pero ese valor de la incertidumbre tiene que estar sobre el 50% de probabilidad de llevarse una recompensa. En este punto la felicidad y cantidad de dopamina es máxima. Si controlamos algo pero que a veces vemos que no del todo, cuando lo logramos todavía nos sentimos más eufóricos que si lo hubiéramos logrado de forma segura. El quizás da más felicidad que el siempre.
Entonces, cuando no tienes control tu sentimiento de estrés aumenta. Y por tanto, la falta de control en las cosas causa estrés y segregación de estrés. Esa falta de control destruye neuronas.

Escuchando: Frederic Chopin – Piano Sonata No. 3 Op. 64 – Finale

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