Somos lo que comemos

Escuchando: Bach – Organ Concerto III in C Major – Allegro – BWV 594

El ser humano parece que no puede controlar su estatura, o el color de sus ojos, o el tamaño de sus pies. Sin embargo, existe la absurda creencia de que sí puede controlar su peso.
Nuestro peso está fijado en más de un 80% por nuestros genes. En otras palabras, no podemos evitar la obesidad con simples dietas. Su explicación es muy sencilla. Si nos basamos en el segundo principio de la termodinámica,

La cantidad de energía que recibe una máquina debe ser la misma que se desprende si se quiere garantizar su equilibrio.

Así pues, parece poco probable que dejando de comer consigamos reducir nuestro peso.

Cuando desequilibramos un lado de nuestro cuerpo, por ejemplo dejando de comer, nuestro organismo tenderá a equilibrarlo como sea.
Nuestras decisiones se rigen en la corteza de nuestro cerebro. Nuestros impulsos básicos o primitivos, en el hipotálamo, situado en el centro y corazón del cerébro. Se puede vencer a un estímulo racional durante un tiempo. Pero si ese estímulo tiende a desequilibrar nuestro cuerpo, se tendirá a equilibrarlo. Por esta razón, se creará un contraestímulo que se oponga al nuestro, al racional. Así, podremos vencer a este impulso básico durante un tiempo. Pero tarde o temprano prevalecerá.
Ocurre algo similar con el hecho de dejar de respirar. Cuando conscientemente creamos el impulso de dejar de respirar, el hipotálamo creará otro que te obligue a respirar. Por esta razón podrás estar un rato aguantando la respiración pero al final tu impulso básico ganará la partida.
Los impulsos básicos cogen fuerza de forma exponencial. Así pues, cuanto mayor tiempo pasa, más fuertes se hacen. Por el contrario, los impulsos racionales ocurren de la forma inversa. A mayor tiempo que pasa, menores resultan.

En 1995 un científico norteamericano descubrió la presencia de una hormona, la leptina, que es la encargada de regular la obesidad. Cuando los niveles de leptina aumentan, disminuye el apetito. Y viceversa, cuando disminuyen, aumentan las ganas de comer.
Aún así, uno podría estar tentado a pensar que una persona altos niveles de leptina apenas comería y, por tanto, estaría delgada. Sin embargo no es así. Cuando hay grandes dosis el cuerpo crea una resistencia y empieza a hacerse inmune. En efecto, esta persona sería inmune a la leptina y por tanto siempre tendría ansias de comer. Por consiguiente, sería probable que fuera obesa. De hecho, la mayoría de la gente obesa tiene relación con este aspecto. Son inmunes a la leptina o sufren alguna mutación en ella.
Ocurre algo similar con los diabéticos. El 90% de los diabéticos, de diabetes de tipo 2, producen una cantidad excesiva de insulina. Así que su cuerpo se ha hecho resistente a su insulina. Además, es posible que sufran alguna mutación en ella.

Hacer ejercicio es tremendamente saludable. Mejora la calidad cardiobascular, refuerza las fibras micromusculares y mejora la capacidad pulmonar, entre muchas más cosas. Aún así, no es cierto que se adelgace haciendo mucho ejercicio. Porque se provocará un desequilibrio que el cuerpo tenderá a recuperar. Podremos estar delgados durante un tiempo, pero difícilmente se podrá mantener ese peso indefinidamente. Generalmente, el cuerpo produce estos reajustes en intervalos de tres meses.
Debemos renunciar, pues, a la absurda creencia de machacarnos haciendo ejercicio físico para adelgazar y ser aquella persona delgada que nunca hemos sido. Si se trabaja por un lado se causa un desequilibrio que el cuerpo tenderá a recuperar. Así que la solución está en trabajar con los dos lados y bajar este punto de equilibrio.

Por esta razón las dietas resultan tan poco efectivas. Y, paradójicamente, las dietas más agresivas suelen tener efectos contrarios: causan obesidad. Porque el desequilibrio es tan brusco, que el cuerpo lo reajustará bruscamente. La dieta ideal es aquella en la que se come de todo pero poco. Así pues, una persona que siempre ha sido delgada, para mantener un peso X deberá comer una cantidad Y de elementos. En cambio, una persona que ha sido obesa, para mantener el mismo peso anterior X, deberá comer una cantidad Y mucho inferior a la anterior. Esto explica que haya personas que puedan comer mucho para mantenerse y otras que no puedan comer casi nada.

Este factor tiene una explicación evolutiva. Hace miles de años, había dos tipos homínidos: los cazadores-recolectores y los agricultores. Los primeros podían sufrir hambrunas por falta de animales para cazar o árboles en los que recolectar. Así que este grupo mejoró la capacidad de guardar grasas y reservas de comida para tiempos peores. Así es fácil pensar que fuera gente obesa. En cambio, el segundo grupo, puesto que podía disponer de comida con frecuencia, no necesitaba disponer de depósitos de grasa porque podían vivir ?al día?.
En nuestra sociedad ocurre lo mismo. Incluso se da el caso que en países en vías de desarrolloque dispongan de comida aumenten los casos de obesidad.

El estudio de la leptina demostró en ratones super-obesos que podían adelgazar rápidamente si se les inyectaban dosis de leptina. Y sin hacer nada. Si esto prospera, podríamos adelgazar sin mover un dedo.

En resumen, no debemos obesionarnos con ideas absurdas de no comer y hacer mucho ejercicio para adelgazar porque así lo único que conseguiremos será desequilibrar el cuerpo. Y éste hará lo que sea para recuperar el equilibrio a través de impulsos básicos, que prevalerán por encima de nuestros deseos de mantener una figura.

Escuchando: Bach – Organ Concerto II in A minor – BWV 593

1 Comment

  1. Rastros » Archivo blog » No somos lo que comemos · 28/08/2007 Reply

    […] Así­ es. Rebato el artículo que escribí­ hace tiempo sobre somos lo que comemos. Los tiempos avanzan y la ciencia también. Lo importante es quién eres, no lo que comes, en contraposición a que eres lo que comes. Leí­a el pasado jueves 24 de mayo de 2007 la edición del The New York Times cuando un artículo me llamó la atención. Aquí lo dejo. Corrí­a el año 1959. A Jules Hirstch, médico investigador de la Universidad Rockefeller de Nueva York, le habí­a entrado curiosidad sobre la pérdida de peso en los obesos. Estaba a punto de Empezar un experimento sencillo que cambiaría para siempre la idea que los cientí­ficos tienen de la grasa. […]

Deja una respuesta