No somos lo que comemos

Escuchando: Georges Cziffra – Hungarian Rhapsody No. 14 in F

Así es. Rebato el artículo que escribí hace tiempo sobre somos lo que comemos. Los tiempos avanzan y la ciencia también. Lo importante es quién eres, no lo que comes, en contraposición a que eres lo que comes.
Leía el pasado jueves 24 de mayo de 2007 la edición del The New York Times cuando un artículo me llamó la atención. Aquí lo dejo.

Corría el año 1959. A Jules Hirstch, médico investigador de la Universidad Rockefeller de Nueva York, le había entrado curiosidad sobre la pérdida de peso en los obesos. Estaba a punto de Empezar un experimento sencillo que cambiaría para siempre la idea que los científicos tienen de la grasa.

Sabía que los obesos tienen enormes células adiposas, llenas de una reluciente grasa amarilla. ¿Qué les ocurría a esas células cuando las personas perdían peso?, se preguntaba. ¿Se encogían o desaparecían? Decidió descubrirlo realizando un estudio con personas que habían sido gordas desde la niñez o la adolescencia. Controló estrictamente lo que los sujetos comían y en pocos meses todos ellos perdieron una cantidad considerable de peso.

Hirsch contestó a su pregunta original: las células grasas de los sujetos habían encogido y tenían un tamaño normal. Y todos, incluido él, supusieron que los sujetos permanecerían delgados tras abandonar el hospital. Por el contrario, dice, «todos volvieron a engordar». Tal vez, pensó, tuvieran una necesidad psicológica profundamente asentada de estar gordos.

Hirsch y sus colaboradores, entre ellos Rudolph L. Leible, que ahora trabaja en la Columbia University de Nueva York, repitieron el experimento dos veces. El resultado fue el mismo. Un modo de interpretar sus estudios sería el de proponer que en cuanto la persona engorda el cuerpo se reajusta, y hace que el intento de perder peso y mantenerse sea inútil. [es la idea que se desprende del artículo «Somos lo que comemos»]

Pero otro grupo de estudios demostró que esa hipótesis también era errónea. Empezó con estudios ideados por Ethan Sims, de la Universidad de Vermont, que se preguntó qué pasaría si a personas delgadas que nunca habían tenido problemas de peso se les hacía engordar adrede. Sus sujetos fueron presos de una cárcel cercana que se ofrecieron voluntarios para engordar. Con gran dificultad, consiguieron que su peso aumentara entre un 20 y un 25%. Pero les llevó entre cuatro y seis meses, comiendo todo lo que podían cada día.

Una vez gordos, el metabolismo les aumentó un 50%. Necesitaban más de 2700 calorías por metro cuadrado de superfície corporal para seguir gordos, pero sólo 1800 calorías por metro cuadrado para mantener su peso normal. Al cabo del estudio, los presos no tuvieron problema en adelgazar. En pocos meses habían vuelto a la normalidad y se mantenían sin esfuerzo.

El metabolismo corporal se acelera o ralentiza para mantener el peso dentro de una gama estrecha. Si uno engorda, el metabolismo puede hasta duplicarse; al adelgazar, puede ralentizarse hasta la mitad de su velocidad original. Eso era lo contrario de lo que los científicos habían pensado, y tanto Sims como Hirsch lo sabían.

Unos cuantos investigadores intrigados se plantearon la siguiente pregunta: ¿el peso corporal se hereda, o es más bien una respuesta inadvertida, casi inconsciente, a una sociedad en la que la comida es barata, abundante y tentadora?

Se suponía que el medio determinaba el peso, pero Albert Stunkard, de la Universidad de Pennsylvania, estudió a 540 adultos con una edad media de 40 años y que habian sido adoptados de muy jóvenes (el 55% en el primer mes de vida, y el 90% en el primer año). Sus conclusiones, publicadas en The New England Journal of Medicine en 1986, eran inequívocas. Los adoptados eran tan gordos como sus padres biológicos, y su gordura no tenía relación con la de los padres adoptivos.

Los científicos resumían en su artículo: «Los dos principales hallazgos son que existe una relación clara entre el índice de masa corporal de los padres biológicos y el tipo de peso de los adoptados, lo cual indica que las influencias genéticas son importantes determinantes en la gordura corporal; y que no hay relación entre el índice de masa corporal de los padres adoptivos y el tipo de peso de los adoptados, lo cual sugiere que el entorno familiar en la niñez por sí solo tiene poca o ninguna consecuencia». Es decir, la gordura era una condición heredada.

Escrito por Gina Kolata en The New York Times el 24 de mayo de 2007

Parece ser una muy mala noticia para los obesos.

Si los padres tienen sobrepeso, los hijos también lo tendrán.

Escuchando: Frederic Chopin – Nocturne in C minor Op. 48 No. 1

1 Comment

  1. ReCoRD · 26/06/2007 Reply

    Es muy interesante este estudio , Yo soy delgado y mis padres son delgados , he intentado miles de veces engordar y no puedo , y si engordo pues vuelvo a adelgazar en cuestión de semanas , En cambio tengo amigos que son gordos de toda la vida y no puede o no logran adelgazar , y lo que dice Frederic Chopin es cierto : Si los padres tienen sobrepeso , los hijos también lo tendrán , no hay más que verlo en la vida cotidiana . Un saludo Troco , y sigue con estos relatos que me inquietan tanto , suerte tete.

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